Soy cristiana. Trabajé en un hotel. Un día, en el verano de 1997, acababa de almorzar cuando tres policías de treinta y tantos años aparecieron ante mí. Uno de ellos me señaló y dijo: “¡Tú, ven con nosotros”! Sin saber lo que había sucedido, le pregunté: “¿Por qué me estás arrestando”? Sintiéndome desconcertada, mi jefe y mis compañeros también preguntaron: “¿Qué ley ha infringido? ¿Adónde la lleváis”? Esos policías les gruñeron: “¿Qué ley? Ella cree en Dios. Sólo eso es razón suficiente para arrestarla”. Entonces, me pusieron una capucha negra en la cabeza, me arrastraron, me empujaron fuera del hotel y me metieron en su automóvil.
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